viernes, 15 de agosto de 2008

Mundo loco

Tan lejos y tan cerca.

Otro mundo - Manu Chao



Estamos de semana grande. Lo sé sobretodo porque ha vuelto el músico con el acordeón para volverse a poner justo enfrente de mi casa. El mismo que contaba hace más o menos un año, en este mismo blog. Como entonces parece que tocara siempre la misma melodía, sin descanso durante horas. Lo sé porque llevo escuchándolo desde que remonté la calle al regresar del café donde estuve leyendo el Marca.

Alain Bernard ganó el oro y dijo que se había quitado una espinita por haberse sentido responsable de que en los 4 por 100 Francia perdiera la medalla. Según parece su entrenador hizo una gran labor psicológica para hacerle entender que cuando se pierde una medalla de oro en la que participan cuatro deportistas, éxito y fracaso, corresponden a todos ellos, que no es justo que cargue sobre sus espaldas con un fracaso tan rotundo.

Claro que no sé si sus compañeros estarán muy de acuerdo, si le dan el testigo con más de medio segundo de ventaja sobre el primer perseguidor, y confíados a su relevo por ser el plusmarquista mundial, para darse cuenta de que el chaval es muy capaz de echarlo todo a perder nadando como una tortuga mientras el americano le remonta una ventaja nunca vista entre atletas olímpicos, sin lesión sobrevenida.

Seguro que su oro actual en la especialidad les ha sentado a todos ellos muy bien, y que todos como él sienten que se han sacado una espinita, viéndolo ganar al fin.

Vivimos un mundo de locos. Con el tipo aquel casi matando al otro que le dice que pegar a una mujer está muy feo, y aquel que mata sin remedio porque le arañaron el coche nuevo al pasar. Dos locos menos en un mundo en que por lo que se ve los locos abundan, sin diagnosticar. El problema es que no estaban locos hasta que hicieron la locura.

Estamos en un riesgo cierto de cruzarnos con uno de estos. La mujer del primero dice que el maltratador es una bellísima persona, se le cruzaron los cables nada más. Y en verdad os digo que yo lo creo. El segundo debía tener en gran aprecio su flamante carrocería, así que cogió en las escaleras al dueño del otro coche y le estuvo golpeando la cabeza contra la piedra hasta matarlo. Otro al que se le cruzaron los cables, que seguro que sus amigos no salen de su asombro, porque era todo menos un asesino, con esa familia que le quiere y le comprende, tan bueno como era, hasta que se le cruzaron los cables.

Yo pido para mí que no me ocurra nunca. Que me sepa mantener siempre en esta calma hasta aburrida. Que no tenga días de furia como el protagonista de aquella película, harto de que su hamburguesa se pareciera tan poco a la que viene fotografiada en el póster.


Dos vendedores de kleenex en los semáforos de Sevilla han devuelto una cartera que contenía 2700 euros. Esperaron a que pasara un coche de la policía y la entregaron.


El dueño de la cartera les ha deseado mucha suerte y les ha dado un billete de 50 euros.


¡Cuánto dice lo uno y lo otro sobre ellos!


Solamente lamento que la prensa que se hace eco de la noticia no especifique el semáforo donde esta pareja hace su día a día. Porque estos jornaleros pobres pero honrados bien merecen que Sevilla entera los visite admirada.

Veía hace un tiempo una película de Woody Allen en que un hombre le contaba a su esposa que si el servicio les hurta es porque les toca ¿a quién sino a ellos lo hará? Después de todo se trataba de una persona menos afortunada que ellos.

Cuesta pensar en este mundo loco que alguien lo esté tanto como para viviendo en la necesidad más evidente sea capaz de vencer la tentación de quedarse algo ajeno pero gratis. Su acción casi es contraria a la sensatez. Y los que pensamos mal nos tememos que quizá ni siquiera miraron su interior. Así de mezquinos podemos llegar a ser. O prefirieron devolver el dinero y seguir trabajando por 10 euros diarios.

Nos dieron una lección a todos, el uno por encontrarlo y decidir devolverlo y el otro por no impedirlo.

Son nuestra esperanza de que hacer lo correcto valga más que el dinero.

Dos locos más. Sin diagnóstico y para nuestra suerte, libres.

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