Acabo de jugar una primitiva. No hace falta que cuente que el minuto, ese en concreto en que he comprobado que mi última apuesta no tuvo premio, que no es que se olvidaran de notificarme, el minuto en que he cogido los números nuevos, que son los de siempre, puede ser trascendental, marcar un antes y un después en nuestras vidas, en la mía sobretodo, coincidiendo además de prácticamente con el cambio de año, con el valor simbólico que ello supone.
Será el 2022 el año en que me hice rico? Quién sabe. No lo puedo saber todavía, puedo intuirlo, y puedo jugar cumpliendo con mi parte del trato. Tengo la impresión de que con el último euro de premio la mocita del confeti me miró distinto, con un brillo especial, quizá diciendo: sigue así Anado, estás a punto.
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