En ese sentido el Rey Juan Carlos en su peor momento se ha vuelto uno de nosotros, perdiendo la cabeza por amor, que es siempre mejor que esa campechanía de botarate que acostumbró a lo largo de los años. Salirse del protocolo, de lo esperado es siempre de agradecer. La gente está ya cansada de ver esas caras estiradas que no dicen ninguna verdad. Cierto que se haya demostrado un chorizo no es algo para perdonar. Pero si los chorizos volarán no veríamos el cielo. Los hubo los hay y los habrá, pues el hombre honrado de corazón se conforma con poco y no tiene gran ambición.
El tal Johnson, la ambición rubia, otro ejemplo de este mundo en que Trump es posible, debe ser un cachondo en las distancias cortas, y sabio, de los que sabe que en la vida nada debe ser tomado demasiado en serio. Por eso sí ordena confinar a la población él se monta una fiesta en el 10 de Downing Street. La gente no podía despedir a sus familiares muertos por la Covid y ellos festejaban como un equipo. Con amigo invisible.
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