El único que parece darse cuenta incómodo es Moyá, que no sabe si quedarse o irse, y es el único que tiene en la mente lo de la pandemia, que es eso que ha matado a tantos. Alguien dirá que están a la mesa, y que para comer hay que tener la boca despejada de todo menos de dientes, pero yo no veo comida por ningún lado, todavía, y recuerdo asimismo que el emérito por mucha picha brava que haya sido, que sea aún para quién el dinero pueda comprar, es también un señor mayor (señor por decir algo), con pinta además de tener más achaques todavía que daños graves asolan su rebajada reputación, que valga el paralelismo no está en mejor estado que el elefante abatido de aquella foto. En otro paralelismo, permítase uno más, alguien dirá que para cacerías la que están perpetrando contra el rey Juan Carlos, que tiene ese perfil de moneda venida a menos, pero es que de él siempre se obtuvo la impresión de que era un simplón bueno, y ha resultado al final que de bueno no tenía un pelo. Que si echaba canitas al aire con la conformidad infeliz de Sofía, que era Lady Di antes de que ésta lo fuera, ahora sabemos también que resultó tan chorizo como para dejar a Urdangara en aprendiz poco aplicado, con un balón por cabeza. Si al final el pobre deportista no hizo sino lo del refranero español, dónde fueres haz lo que vieres. Aunque lo hiciera más torpemente y con menos agarraderas o paracaídas.
Supongo que a estas horas la abogacía del Estado, la fiscalía y todos los resortes regios y legales para defender el honor contrahecho del emérito han cogido la baja indefinida, convencidos como están de que lo que se diga de él siempre va a ser quedarse corto. Aquí en España pasamos de un rey a dos en una jugada asombrosa de trilero, y de pocas el segundo no se carga la institución entera, que se lo han tenido que llevar bien lejos para que apeste menos .
Alguien debiera aconsejar a Nadal, al que la cercanía del emérito le pone años, que aparece también encorvado como persona mayor, que ya no se hace un favor posando con Juan Carlos, que ya no aplaudimos aquella campechanía de hombre sencillo de pocas luces, se han caído las máscaras y lo conocemos más ahora. Ya sabemos a qué jugaba cuando parecía no jugar a nada. Ya sabemos cómo es. Podría decirle, como le diría a un pederasta por ejemplo que la mala gente la quiere bien lejos. Que él sí ha intentado ser un ejemplo para generaciones futuras.
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