De eso nada. Amanezco con fuerzas disminuidas, queriendo estar más muerto que vivo, pero despierto e incapaz como siempre para las matemáticas. Cierto que es de esperar que se me vayan acabando las fuerzas con la marcha del día, como a un móvil olvidado de cargar y que empieza el día ya con el ahorro de energía activado.
La duda es hasta donde me dará. Si podré perdonar la siesta. No creo.
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