Estos de la Copa América llevan dos años remoloneando por Valencia. Haciendo mucho gimnasio y mucho salir a navegar picando aceitunas para irse a enterar ahora que en Valencia andan tan justos de viento como sobrados de solecito.
Acabo de ver unas imagenes del desafío español que ha venido a llamarse así aunque parezca, para un profano de la materia, todo lo contrario a un desafío. De hecho hoy es la quinta vez de seis convocatorias en que las regatas se han tenido que suspender, pero no veas el buen ánimo y talante del equipo español y por extensión, supongo, de todos los demás. Allí recogiendo las cosas en los barcos son todo risas y gafas de marca. Que hay que volver a llevar el mástil al garaje, pues se lleva y santas pascuas; y luego ¿hacen unas aceitunas en plan aperitivo y una caña?
Porque, no es por nada, pero a esta gente se la ve la mar de relajada, casi tanto como la mar, como el viento de esta calma chicha que tiene el levante, que es uno el sentarse en la tumbona y empezar la modorra con las primeras horas de la tarde. Vaya gusto el calorcito en la mejilla, parece que a uno lo acariciaran. Así está toda esta gente tan morenita, no de salir al mar, dejémoslo para los pescadores, sino de tumbarse tras zampar una paellita rica, que es otra cosa de la que andan sobrados en Valencia.
Quizá por eso esto de la Copa América no sirva para nada más que para que extranjeros de yate y competición internacional puedan probar la rica gastronomía de la región y cómo no su dulce horchata. Que es muy veraniega y fresquita aunque atracarse con ella pasa factura. Yo puedo jurarlo pues aún recuerdo el día en que me tuve que volver a casa doblado por la cintura, sin poder ponerme del todo recto.
Es verdad que hablaban de que se iban a general miles de puestos de trabajo. Pero mis corresponsales en la ciudad no me han nombrado nada ni parecido. Igual habida cuenta del éxito no han hecho falta. De hecho, parece que aquello ha quedado apartado como si fuera para gente de otro planeta. Si no la ciudad, al menos sí los ciudadanos de a pie le dan la espalda. Aquellos que, como Rajoy, miran la cuenta a fines de mes, aunque por más tiempo.
Parece que ahora nos llueven las críticas internacionales. Es muy posible que alguien les convenciera, hace unos años, de que en Valencia tenemos vientos huracanados, dispuestos tanto a hacer volar velas como a levantar faldas. Y ahora esta gente de Lacoste y polo ceñido han descubierto que las faldas se levantarán solo con el esfuerzo de cada uno y sin necesidad del concurso de todo el equipo, y en cuanto a las velas no hay viento que pudiera apagar una sola.
Así que este invento internacional con tantísimos años de historia que algunos a los que el sol recalentó el cerebro comparan con los juegos olímpicos está resultando un "full de Estambul". Vamos que les está quedando la cosa bastante pobre. Si querían viento habrían hecho mejor en traerlo al Cantábrico que se encabrita mucho más y con más razón, hasta en verano el agua enfría.
Y no hablemos del interés que genera el evento. Ya nos pueden intentar vender la moto, pero encontramos poca emoción en observar barquitos. Ocurriría que uno miraría con más paciencia si existiera posibilidad alguna de ver a alguien arrojar la papa por la borda. Pero esta gente lleva dando paseos emperifollados y con los naúticos puestos desde que tenían 7 años. Es más fácil que les siente mal un cubata. Y ni así...
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