Toy preparando unas lentejas con premeditación y alevosía. Es decir hice la compra hoy sabiendo cierto que las terminaría preparando a lo largo del día, pero no como suelo hacer para la comida más inmediata, en ese momento la de hoy a medio día. Sino para mañana y si puede ser, para pasado.
Me separo del fuego porque no puedo dejar de mencionar que he debido equivocar el frasco de lentejas, pues las que me he traido, que son de las pardinas a tenor de la etiqueta, llevan una buena dosis de secuestrante: E-385. Y esto es un fallo gordo porque yo me tenía por un fan acérrimo de las de bote con antisecuestrante. Es decir que no es solo que no quiera que lleven secuestrante, sino que soy de los que quieren antisecuestrante para que cojan más sabor o que pierdan algo del que tienen.
Ya conté en su día mi "affaire" con las del bote de antisecuestrante, y aquellas me salieron tan ricas como las de Arguiñano. Lo malo es que he leído la etiqueta para llevarme el planchazo después de haber volcado bote y medio sobre la cazuela. Así que el E-385 se me ha juntado ya al agua y me veo incapaz del todo de lograr distinguirlo, a ojos vista, del resto de frescos ingredientes con que enriquezco el plato. Vamos que retirarlo a estas alturas es más difícil que encontrar pepitas de oro en el antiguo cauce del río Túria (que no perdiera una deportista haciendo footing). Y eso que para esta ocasión tuve la audacia de comprar al vacío un cacho grande de panceta, tres chorizos y una morcilla, ingredientes "arrejuntaos" para preparar fabada y no lentejas. Pero con la fabada no me atrevo (todavía).
Malo será que no tenga que tomarlas mañana como hacen los niños con los jarabes amargos, secuestrante infinito tenías que ser invisible; pinza en la nariz y todo para dentro. ¿Dije que llevan antioxidante? Si no me mata el uno lo hará el otro.
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