Leo el Marca y descubro que en el mundo del fútbol no está todo inventado. Ni mucho menos. Es como un anuncio de esos: ¿has conducido un coche desnudo? A todos nos quedan cosas por hacer. Y en el fútbol después de hoy, alguna menos.
Me quedó grabada la insistencia de hace años por anticipar la llegada de Valdano para entrenar al Valencia. El hombre, que es un mago de las palabras, les dijo por activa y pasiva que no, que ese equipo no era el suyo. Que el propio sería el resultante de un verano de fichajes y descartes, pero tanto insistieron que tuvo que tomar las riendas del equipo a mitad de temporada, y no recuerdo si lo hizo del todo o bien o mal. Ocurrió que tras el desgaste de ese fin de temporada llego el comienzo de la siguiente. Un par de derrotas y al argentino lo destituyen. Llevaban tres jornadas nada más, ni siquiera pudo contar con Romario... Tres jornadas del primer año de contrato. Demasiada paciencia para presidente y directivos. Había que cambiar aunque fuera una sangría económica, dinamita para la sensatez.
Entonces esta gente del fútbol, que hace las cosas de cualquier modo y le quedan de cualquier manera quedó definitivamente retratada. Son un especímen aparte. Dueños de un modo muy particular de equivocarse, nunca importa.
Por supuesto después ha habido tantos casos sencillamente espeluznantes que sería imposible intentar recordarlos todos. Ocurre como con las víctimas de una guerra, son sencillamente incontables, no se pueden saber a ciencia cierta. Probablemente el número de tropelías futbolísticas y el número de muertos cambian a cada minuto. Y de unos y de otros no hay responsables directos. Si los hay están en una nebulosa que no alcanza el sol. A salvo de ser vistos.
Pero la última merece una mención especial. En el Valencia son unos linces como ha quedado demostrado tantas veces. Ya en su día decidieron dar a Carboni la secretaría técnica y sería una buena idea si no tuviera que convivir en el club con el entrenador que lo jubiló cuando él se veía muy válido para jugar, y así se hartó de confesárselo a la prensa, aún en activo. Claro, poner de jefe a un subalterno para que tenga mando por encima de su antiguo jefe es una medida de gran inteligencia. Los resultados no se hicieron esperar, se dedican uno y otro a hacerse la vida imposible, y mientras tanto el presidente apaga fuegos. En realidad en el fondo da lo mismo. El Valencia le pertenece, puede hacer con él lo que le venga en gana. Pero ya digo que la última es aún mejor, de enmarcar. Ayala se hartó de pedir un nuevo contrato, Carboni que había sido su compañero se opuso (aunque él tuvo ficha hasta los 39 años) y el argentino terminó fichando por el Villarreal. Resentido y saliendo por la puerta de atrás de un club que ayudó a hace grande. Nadie va a descubrir a estas alturas Roberto Fabián Ayala; es rápido, seguro, un fiera con los codos y salta más que nadie. Pero a alguno le parece tan bueno ahora que ha decidido que es casi mejor no dejarle marchar. Ocurre sin embargo que Ayala tiene ya un contrato firmado, antes no, ahora sí, con el Villarreal. Pues nada, ¿cuál es su claúsula de rescisión? ¿6 millones de euros?, ¿1000 millones de los de antes? Parece asequible. Los pagamos y en paz.
O sea que el Valencia va a pagar esa pasta por un jugador que todavía entrena con el Valencia (lo iba a hacer hasta junio), que viste el mismo chandal que sus compañeros y que sigue usando su taquilla de siempre. Pudo renovarle antes pero ahora tendrán que pagar una cláusula que no tenía porque era propio y no de otro equipo, además de tenerle que mejorar lo que iba a cobrar en el Villarreal. Supongo que no le renovaban por tener 34 años ¿cuántos tendrá ahora? Si el fin justifica los medios, no importa cuáles se empleen. Cuáles son las paradas hasta el destino último.
Para el Villarreal un negocio redondo. Para Ayala un chiste del que se debe estar riendo todavía. Para el Valencia cosas del fútbol nada más. Para un soci de pipas y bufanda una vergüenza, y para un profano de este circo la demostración palpable de que en el fútbol no está todo inventado. Hagan lo que hagan conseguirán sorprendernos. Esta gente juega al Monopoly con billetes morados.
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