miércoles, 7 de noviembre de 2007

Alrededores

Cuando deshojo el triste racimo de la nada.

Nube negra - Joaquín Sabina



Estoy entre esos pocos que echando un vistazo alrededor pueden decir que la vida les ha cambiado mucho. No a mí, que sigo siendo el mismo que fui siempre. La vida es la que ha cambiado.

Y yo me he mostrado como algo que no pensaba, como alguien tan valiente como para dar un paso al frente por ver qué ocurre. Será que no me conocía del todo, que me voy conociendo cada vez más, y soy capaz aún de sorprenderme.

No todos habrían hecho lo que yo, ni habrían dado los pasos precisos que yo di. En el transcurso de dos años he pintado mi vida con otros colores. He confirmado que la vida es como una película y nosotros nada más que actores, aunque tal vez yo sea una de las excepciones, pues a la acción de interpretarme he unido las tareas de dirección, que es escogerlo absolutamente todo, y dar por bueno lo que no se puede cambiar, como una escena que ha de ser de interiores por fuerza si es en una cueva. Y vivo cada día con la sensación de ser afortunado, aunque no me pueda sentir feliz del todo.

Hoy es uno de esos días en que al volver la vista atrás observo lo perdido. Lo que ha quedado atrás, como prendido de una rama en el recodo del camino. Y ocurre que ya entonces se sabía que avanzar era perder, porque no podremos llevarlo todo. Y pienso en la gente que estuvo y no está. Que no estará más. Y entonces me acuerdo de mis días más grises. Y vuelvo a caer en que la vida es pérdida, y que, como dice Sabina, casi todo es casi nada.

Y la tarde que acabó fue tan buena o mala como tantas transcurridas. Y ha sido al ponerme ante este espacio cuando me he dicho que no hay nada malo en echar la vista atrás. Y ahora recuerdo el día en que escribí que la soledad no es mala compañera para una sola tarde. No lo ha de ser tampoco para este minuto. Para este instante en que huyendo del frío y de la actualidad me paro a pensar en lo que pudo ser y no fue. En lo que quedó en el alero de las cosas pendientes, en el limbo de los imposibles. Pero no de ese universo inmenso que nos rodea, sino lo que ha construido esta vida con forma de borrador.

Aunque en el fondo yo sea un soñador, y me pueda la esperanza íntima que contaba el poeta;

hoy es siempre todavía.

Y todavía es la palabra más bonita para quien espera. Es eterna, sobrevive al tiempo.

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