martes, 13 de noviembre de 2007

Melendi

Alejarme quiero, adentrarme en el silencio.

Rosa de Alejandría - Manolo García



Ya intuía que Melendi es un macarra.

Me ocurre con algunos cantantes que no los trago. Casi siempre se da que su música me resulta especialmente repugnante. Entre ellos quizá se lleva la palma el bueno de Alejandro Sanz, que es amigo de invitar a bailar asesinos en sus conciertos entre los pitidos de la concurrencia, que tragan con su música voluntariamente pero no con su afición de dar tablao flamenco a Farruquito, que creo que anda ya saliendo del presidio a la calle entre las risas de sus compadres, porque matar un payo no salió por tanto como habían imaginado cuando ponían pies en polvorosa. Pero es que la ley de los payos con los muy ricos o algo famosos no es tan dura. Claro que mejor dejarla así que darle mando en plaza a Antonio Canales, que es el más fondón de los bailarines y que exigía se hiciera una salvedad con el bailaor, en virtud, supongo, de su arte. Que no tendría que recibir castigo así matara a cien Benjamines Olallas puestos en fila.

Existe un famoseo de bajo calibre que se lo tiene muy creído. Este Melendi por ejemplo. Apenas ha hecho nada en la música, y dudo mucho que lo haga. Le faltan cualidades así como le sobra imbecilidad. Yo la primera vez que lo oí me quedé convencido de que era una más de lo mismo de los de Estopa. Porque se me parecen como gotas de agua y manufacturan canciones tan parecidas una a otras que uno cree estar siempre escuchando lo mismo. Lo que es genial si te gusta, por otro lado.

Claro que quizá ellos, estos cantantes de cadena de montaje no sean los culpables, alcanzaron cierta fama con eso mismo, ¿por qué habrían de cambiarlo?

Leo hoy que Melendi montó un buen alboroto en un vuelo de Madrid a México. Porque no le servían bebidas alcohólicas. Y él debía creer que desde su asiento de preferente tenía derecho a eso para empezar. Así que desde que se tomó asiento se dedicó a provocar en una actitud agresiva. Llegando incluso a insultar a las azafatas para luego agredir al sobrecargo.

Así que así las cosas al comandante no le quedó otra que dar la vuelta y volver a Madrid a las 3 horas. No podía garantizar la seguridad del vuelo durante las 12 horas de viaje.

No quiero ni imaginar que yo estuviera entre el pasaje. Que me hacen regresar porque el macarra quiere empinar el codo y me tienen que sujetar para no meterle la guitarra por donde no le cabría de primeras. Que no habrían de faltar miembros para conformar un comando que le pusiera de patitas en el extremo de un ala. Ve tú a saber si con dos copas de más le da por desenfundar la guitarra para brindarnos las canciones descartadas de sus álbumes, no habría suficientes paracaídas para todos, por no hablar de que el piloto automático no debe saber aterrizar aviones. Y un avión es caro, que se lo digan al Madrid que ha comprado una saeta de saldo.

Ya de vuelta en Madrid lo detuvo la guardia civil, prestó declaración y salió ufano a coger algún otro vuelo o lo que es peor, a componer algo.

Y la gente que no quería beber tuvo que salir con retraso. Y aún la prensa se hará eco diciendo que el chico es un rebelde, que le va en las rastas ser un incomprendido, y que hace muy bien reivindicando su derecho a beber donde quiera, y a hacer lo que le venga en gana. Que para eso es joven. Está a tiempo de hacer estas locuras. Tiempo tendrá de sentar la cabeza.

Justo lo que dura la fama.

No hay comentarios: