domingo, 11 de noviembre de 2007

Que te calles

Míralo justo al contrario.

Anado


Dice mi madre que los comentarios que ha oído acerca de lo del rey son todos muy positivos. Vamos que hizo muy bien diciéndole a Chavez que se callara de una vez.

Yo que soy de los de discrepar por lo que se ve, opino exactamente lo mismo que decía hoy Hugo Chávez a una televisión venezolana. Que no es quien para mandarlo callar.

En realidad, diga lo que diga el PP ahora, que se siente orgulloso de que el monarca defienda ferozmente a Aznar, ahora que nadie lo defiende, ni siquiera sus hijos políticos. Que quieren superar el aznarismo para avanzar en el rajoyismo que es un aznarismo sin cabeza. Ocurre en el PP que se han acostumbrado a sembrar dudas, porque saben que hay muchos dispuestos a cuestionarlo todo si son guiados hábilmente. Así aún hay alguno que mantiene que los atentados de Madrid los cometió ETA, o al menos participó intelectualmente. ETA estaba al mando aunque sus piezas no fueran vascos que no ven más allá de sus boinas, sino islamistas radicales que lo mismo deciden castigar a España por su política internacional que por no conceder a Euskadi la independencia. Es algo que debe ser investigado. Estamos condenados a no conocer nunca la verdad simplemente porque no daremos por buena ninguna.


En realidad para estos políticos la sentencia no significa nada, es una decisión bajo sospecha porque se da bajo un gobierno socialista, y eso contamina todo lo que ocurre. En realidad llevado al paroxismo ha faltado quien mantuviera que tras el atentado estaban militantes de Ferraz. Con una sofisticada intentona golpista. No cabe duda de que esto habría encontrado su propio público.

La duda los pone a salvo. Aunque no les permitió en su día ganar las elecciones.


Ayer Don Juan Carlos mandó callar a Chávez. Rojo de ira le preguntó ¿por qué no te callas? Y no es que este hombre no mereciera ser callado, ocurre no obstante que Don Juan Carlos no es nadie para mandarlo callar. Ni en ese foro ni en ninguno.

El primer error se cometió en la respuesta de Zapatero, que es un político de un bajísimo nivel. Se equivocó en su turno de palabra al contestar directamente a Chávez. Tenía que haber respondido a la cámara al completo mirando en derredor, a la presidenta. Nos habría ido mejor, nos habría ahorrado una escena de sonrojo. Al girarse hacia el líder venezolano consiguió lo que pretendía evitar, esto es, que se entablara un diálogo que no serviría para nada. No conozco en demasía a Chávez, pero tengo la impresión de que es esclavo de sus convicciones y no las cambiará por nada, y no es tampoco de los capaces de quedar escuchando. Sus éxitos lo han encumbrado y está plenamente convencido de que su mensaje es lo más importante, vaya donde vaya. Así que camina por la vida con el micrófono colgado de la boca.

El error de dirigirse a él hizo volviera a sentirse importante. Que volviera a la discusión aún con el micrófono apagado. Y luego vino la salida de tono de Don Juan Carlos. Que estaba harto de escucharlo, de escuchar agravios contra España, sus empresas y su ex presidente. Pero no debía hacerlo porque no podía hacerlo. Como no debía tampoco abandonar la cámara en protesta. Su figura en aquella cámara era meramente testimonial, como lo es en nuestra monarquía parlamentaria pero habría hecho mejor quedando por encima de discusiones parvularias. Sin embargo no supo contenerse y contenerse va en el puesto.

La solución quedó más o menos a la altura de todo lo demás. Zapatero se hizo un lío como suele y terminó repitiendo hasta la saciedad una única idea. La de que debe primar el respeto. Le ocurre con preocupante asiduidad el hecho de construir discursos vacíos. Y cuando uno piensa en un presidente de gobierno aspira a ver a alguien mejor que uno.

Lo malo de Zapatero además es que no pareció firme. Quizá debía haber pedido a la presidenta de la cámara que interviniera, para eso juega ese papel. Era ella la que debía haber pedido a Chávez que se callara. Zapatero únicamente se quedó repitiendo su soniquete hasta el infinito. Mientras parecía amansar al rey con su mano, como advirtiendo que estaba todo bajo control. Una y otra vez átono acerca del respeto. Gracias que alguien prorrumpió en aplausos por interrumpir la cantinela.

Esos son los políticos que tenemos. No había otro modo.

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