A veces me pregunto que vamos a dejar a nuestros hijos si cualquier día faltamos. Unos dirán que una casa, unos ahorros, o una paga.
Otros que unos vídeos, unos audios con nuestra voz. Y todo eso me vale. Pero yo además le quiero dejar a Pablo lo poco que soy, que fui, mis pequeños pensamientos disparatados que podrían ser algo mejor, si me lo tomara más en serio, si le dedicara un esfuerzo mayor.
A veces le hablo como si yo no fuera a durar. Le digo paseando de mi mano, a sus tres años, que la clave de la vida es ser bueno y no tomar nada a la tremenda. Que el camino del esfuerzo hará que lo que consiga, mucho o poco, sea irreprochable.
El me acompaña callado, pues sé que le gusta escucharme, aunque no sé cuánto de lo que le digo le llega. Cuánto entiende a día de hoy.
Por eso tendré que escribirselo también. Para que lo tenga para el futuro. Para que lo lea.
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