Y si no fuera por ti,
yo no podría vivir.
Volverte a ver - Juanes
Estoy bastante recuperado. Todavía no del todo bien, pero en camino. El Ilvico está haciendo su labor estupendamente, aunque lo hace imperceptiblemente. Creo que está reforzando mis defensas frente al virus, que es algo así como hacer castillos de arena en la orilla para que llegue la ola. Aclaro que he conocido por una opinión autorizada sobre el tema que lo que yo tomaba tan orgullosamente, el Espidifen, no me provocaba ningún beneficio salvo los asociados a sentirme al amparo de la medicina y no tan dejado de la mano de dios. Después de todo con las comidas que hago es casi seguro que mi organismo no se bastaría por si solo para poner fuera de combate un constipado tan residente. Así que si mentalmente el Espidifen me hizo sentirme fuerte, aunque no hiciera nada más, hemos de considerar que hizo de sobra su trabajo.
Lo peor de todo es que yo las semanas previas a unas vacaciones suelo acostumbrar a darle algo de ejercicio a este cuerpo anquilosado, que tiene forma de silla. Y puedo jurar, aunque a quien sepa que no agoto un bono de baños desde hace años le parezca mentira que estaba absolutamente resuelto a nadar estas semanas para ponerme en forma. Pero claro, llegó la enfermedad y no me he visto capaz. No por falta de ánimo, sino por debilidad del cuerpo. Creo que sería como llamar a gritos a la fiebre, y es lo único que me falta.
Lo malo es que no sé en que momento exacto me podré dar por curado y por tanto cuando sabré si estoy a tiempo de lanzarme a la piscina como un Ian Thorpe con reúma. Supongo que esas cosas te las desvela el Ilvico mágicamente y vienen a coincidir con el momento en que tomas la última pastilla de la caja y no quedan más.
Hoy he jugado a la lotería Primitiva y al Eurobote que reparte una fortunaza. Estaba uno de estos días de enfermedad tumbado en el sillón mirando lo muy delgadas que tengo las piernas, lo muy dobladas, y me dije que sin duda están faltas de algún ejercicio distinto a moverlas sin demasiada fluidez bajo el agua. Las levanté por encima de mi cabeza e hice levemente el ejercicio imaginario de andar en bici, sin bici. Entonces pensé que si me toca una millonada, porque esas cosas tocan, y no es siempre al mismo, me iba a apuntar a un gimnasio e iba a pagar a un fulano de los que levantan 200 kilos con los gemelos para que hiciera bici con el peso muerto, bueno muerto no, liviano de mis piernas al otro lado. Es decir que sus piernas hicieran el ejercicio de mover mis pedales al estilo de un tándem pero sin formar un tándem. Ya sé que suena muy raro, pero estoy seguro que mis billetes morados iban a lograr azuzar el ingenio de alguno de esos aficionados a las hormonas del crecimiento a lo ancho, más aún que intentar sortear un control antidoping.
Digo yo que si mis piernas se movieran de aquel modo, con la fuerza del otro, se desarrollarían aunque no demasiado. Creo que quizá tendría que ser yo mismo el que recurriera a las sustancias estimulantes. Lo malo es que nunca me gustó ejercitar las piernas. Creo que hice la vida sin prestarles demasiada atención, sin pedirles tampoco que hicieran más lo que hacen, llevarme más o menos en hora a donde quiero ir.
Igual venden algún aparato de esos que dan pequeñas descargas en los abdominales pero para las piernas. Un día de estos me tengo que quedar hasta la madrugada viendo la tele para ver si lo hay en la teletienda. Saben anunciarlos muy bien porque te muestran a alguien que no lo necesita pero que lo usa, con más razón tú. Aparece un tipo cachas o una moza que puede contarte sus músculos y a la que los pechos no se le mueven ni saltando, mientras una voz de estudio te detalla lo bien que funciona y lo bien definidos y bronceados que los dejó a ellos. Que intervienen de vez en cuando con la sonrisa perfectamente musculada y solazados de mostrarse en bañador a todas horas. Ocurre sin embargo que uno tiene la impresión de que al acabar de rodar esa gente se va a meter en el gimnasio por lo que se haya podido perder mientras grababan.
O quizá para saber si existen bastará con que sintonice los de una echadora de cartas a cualquier hora. Podría llamar y preguntar si lo hay, y de paso si me tocará la lotería.
Siendo que no quizá me diga donde está el fallo. O a que números tengo que jugar.
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