jueves, 6 de septiembre de 2007

Tarugos

La vita è bella.

Nicola Piovani.



Hoy quiero hablar de tarugos. Y yo he sabido siempre cómo son, por razones obvias, siempre hallé uno al otro lado del espejo, y no hablo con un exceso de humildad, que de haber exceso sería solamente de franqueza, lo que ocurre ahora es que encontré otros cuantos, llamativos por ser quienes son y por estar donde están, y los reconocí por referencias pero con la seguridad de hallarme entre los de mi especie aunque no mezclado con ellos. Como una cría de elefante reconoce la manada al volver de enjugar la trompa alegremente en el barro. Ocurre, sin embargo que estos tienen menos humor que yo, y a mí rara vez se me ha pedido que sea infalible, supongo que porque los que me conocen saben de la falibilidad de mi infalibilidad, o sea de que en mí toda infalibilidad es imposible. Por eso me contenté con ser todo lo bueno que pudiera, y los demás se contentaron con eso; lo dieron por bueno.

En resumidas cuentas, soy tan válido como cualquier tarugo dispuesto a expedir certificados de estupidez, aunque me falten lecciones para expedirlos de incompetencia, pues para determinadas cosas quizá me faltó formación o interés pero no voluntad, que no fui de los que dejó algo malamente adrede, y no discutí las horas por llegar a buen puerto. Y de estos otros, tan distintos, se colige ante todo falta de voluntad o un exceso grave de incompetencia. Quizá las dos cosas armónicamente juntas.

Sin necesidad de imaginar es fácil pensar que un tribunal encargado de confeccionar un examen de tipo test con 100 preguntas para una oposición de tipo A lo hará con solvencia y sin errores. Son después de todo gente preparada, sabihondos de código al dedillo, sobretodo si para la confección de dicho examen se dispone de varios años, es decir que no tenemos el tiempo puñetero pegado a los talones, apremiante.

Por no hablar de la posibilidad de recurrir a exámenes anteriores, de otros años, de otras convocatorias, para coger de aquí y allá al menos un puñado de preguntas si es que la tarde se está haciendo larga y hay ganas ya de volver a casa. ¿Por qué cuánto tiempo puede llevar crear un examen?

Pero ocurre, en este país ocurre, que da lo mismo disponer de tres o cinco años para confeccionar 100 preguntas de tipo test sobre un temario de 150 temas, o bien es que esta gente lo deja para última hora, tan saturados de trabajo andan, o sencillamente el resultado final se la trae al pairo.

Los aspirantes a secretario judicial, que es de esto de lo que hablamos, se presentan, hacen el examen y si tienen algún motivo de queja reclaman que el tribunal revisará lo que haga falta. Así se llega a una determinación que lamentablemente no es novedosa. Los estudiantes tienen razón; una de las preguntas tiene dos respuestas correctas entre las 4 ofertadas. Esto no puede ser. Siendo así llega la reparación, y es fulminante.

ESTA PREGUNTA NO CUENTA
(por consiguiente tampoco ninguna de sus respuestas)

Es una solución muy madura. Olvidémosla, hagámonos la ilusión de que no ha existido. Obviamente esta medida lleva consigo consecuencias, algunos pasarán a estar aprobados gracias a ella, pues el error los eliminaba, conviene recordar que en estos exámenes errar en la respuesta conlleva restar puntos a la nota final, ante la duda les conviene dejar la respuesta en blanco; y otros, los acertantes, alguno al menos, se verá fuera de la convocatoria porque necesitaba de ese punto para llegar a la nota de corte.

Los estudiantes pagan los errores con el suspenso. Y no es baladí lo que hablamos, son años de sus vidas. Comprenden de enero a diciembre. Poner el contador a cero para volver a contar ¿Y éstos? ¿Sus errores sirven para algo?

Y así es como funciona. Algunos dirán, y no les falta razón, que probablemente estamos ante el caso más grave de incompetencia que se viera nunca. Porque contiene el agravante de no haber sabido preparar correctamente un examen para el que algunos dedican noche y día estudiando. Gente que no hace otra cosa, que gasta dinero en preparadores que ven así la hucha rebosante en B que sirve para comprar lo mismo que el otro. Gente que pierde la salud y la moral tras tantos años repitiendo temas en voz alta, con la mente al borde del colapso y con la voluntad férrea de creer en si mismos. Mucho más que en los otros, desde luego.

Pero es así de cierto, como la luna en la noche o las estrellas. Los miembros de este tribunal son meramente incapaces de diseñar un examen sin errores, incapaces de hacer una selección de preguntas irrebatibles, ayudados por la experiencia, los temarios y tantos como son, ni disponer de años para su confección. El tiempo en este caso es enemigo, porque supongo que los invade de pereza. O quizá creen que el sueldo no da para esforzarse tanto, o quizá sospechan que alguien que los observa vendrá al rescate, quizá parando las máquinas impresoras para corregir preguntas y respuestas.


Luego ocurre que nos llevamos las manos a la cabeza por el funcionamiento de la justicia, y creemos ciegamente que la justicia existe, y que si alguien persigue a un humorista para pagar con cárcel una caricatura es porque ese alguien está loco, por figurar o ser reconocido.

Pero ocurre que no hay nada infalible. Que estos de larga toga son tan malos como nosotros. O quiza peores;


se creen buenos.

No hay comentarios: