lunes, 14 de diciembre de 2020

A los que llevamos gafas la gente sin gafas nos suele mirar con una pizca, casi imperceptible, de compasión. Fue así siempre. Pobrecillo que no ve bien. Aunque con ellas veamos de categoría.

En estos tiempos de Covid es aún peor, a la compasión, apenas perceptible, se una un asomo de burla, ésta sí más clara, cuando nos ven pasear con las gafas empañadas por efecto de respirar con la mascarilla, hace efecto chimenea nuestra respiración encaminada directamente sobre el cristal. Es tremendamente molesto y nos hace vivir detrás de una neblina visible desde fuera y que además nos distorsiona las luces de noche, como si fueran lámparas mágicas que pugnan por expandirse en una explosión.

Sin embargo los miopes y demás aquejados de problemas de visión hemos sabido adaptarnos, no se nos ha oído queja alguna pese a que estás medidas del gobierno nos hayan empeorado claramente la calidad de vida. Lo entendemos, y el tiempo que hubiéramos podido dedicar a aunar voluntades para que encuentren remedios que no sean tan molestos lo hemos dedicado a perfeccionar la posición de las gafas sobre la punta exacta de la mascarilla. Si lo haces bien te quitas el vaho y se acaban los problemas. Con una ventaja adicional, las gafas al quedar reposando con su peso consiguen perfeccionar la cualidad de protección de la mascarilla. La convierten en algo casi hermético, con lo que hemos terminado convirtiendo el problema  en un extra de protección. No hay estudios, pero si los hubiera no sería de extrañar que los gafotas enfermemos menos que el resto de conmiserados ciudadanos. Ellos tienen fisuras inevitables por donde habrán de colarse, sin duda, finísimas partículas de virus, de tan pequeñas que son. De forma que después de decirnos que las mascarillas no son necesarias, afean al portador y crean gran alarma, después de obligarnos a llevarlas, lavando manos en todo momento, probablemente la siguiente medida recomendada, encarecidamente por la OMS, sea que todos los ciudadanos porten gafas, aunque sean las de sol.

Mientras esa recomendación no suceda, mientras los que ven no lo quieran ver, nosotros seguiremos con nuestra vida diaria, con nuestra montura pisando la mascarilla, que es bueno para nuestra supervivencia, moriremos en menor número,  aunque condene a la humanidad a un futuro de nuevas generaciones contando dioptrías.

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