jueves, 3 de diciembre de 2020

Hoy es el día de mi santo. Mi padre siempre se acuerda. 

- Es San Anado? No, no. Es San Javier que es el nombre que pone en el DNI y el que decidieron antes mis padres para mí.

Yo hubiera podido proponer Javier como nombre que ponerle a Pablo. Pero no me gustaba pasar la vida volteando la cabeza y que no fuera para mí. Tampoco confundir las cartas si en el futuro alguien nos escribe. Además no soy el primer Javier de la familia, que el hermano de mi padre lo gasta desde mucho antes que yo. Para Pablo yo quería estrenar un nombre. Que fuera único en la gran familia o por lo menos el primero de los q hayan de venir. Y de segundo, para diferenciarlo ya del todo, decidimos ponerle Román, por si un día sopesa que éste le gusta más, o piensa que el día en que escogimos su nombre no tuvimos nuestro mejor día. Al menos tendrá otro de recambio. Aunque la verdad buena no es nada de esto que cuento, Román le viene, te viene hijo mío, de un buen amigo que tuvo tu padre en esta vida, compañero de cordada, sabio y excelente escritor, que era Román, como tú, y también Bosco en sus letras, nombre que también guardo con cariño por si acaso tú lo quisieras emplear con tus hijos más adelante.

De ahí viene tu nombre, Pablo Román. Inédito y nuevo, nunca antes repetido junto a nuestro apellido y también homenaje al amigo que se fue, aunque no vayamos a olvidarlo. Él no lo pudo saber nunca, no coincidisteis en el mundo, fue más bien como un darse el testigo, en sentido figurado. En mi esperanza de que a un gran hombre le siguiera otro. Que tu nombre por provenir de la persona que nos inspiró te obligue, de algún modo, a ser como aquel fue, que tengas talento, ojalá, o por lo menos seas tan bueno como él.

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