Llevaba a Pablo al colegio en coche cuando vi las luces y el trajín de la policía y ambulancia. Y en el suelo sobre 4 o 5 escalones anchos y lisos una sábana cubriendo un cuerpo. Parecía que hubiera resbalado pues lo que hubiera debajo parecía tener cierta rigidez. A mi me parecía como que hubiera simplemente resbalado por esos escalones sin altura y hubiera caído sin caer del todo, sin salir de la zona de escalones.
Alguien lloraba cerca en la misma posición que yo estoy ahora, sentado en el suelo, yo estoy sobre el césped, en mi paseo con Ona, con las piernas recogidas.
No pude ver mucho. Solo que bajo la sábana una rodilla fina era delgada. Y el pantalón era beige, de parecido color a uno que tengo yo de pana.
Luego he sabido que el muerto que vi era mujer, quizá me la crucé alguna vez en el parque en el que estoy ahora y que por vivir tan próximos compartimos. No puedo saberlo. Supe que no le había dado un síncope sino que se había arrojado por la ventana, o el balcón. De un edificio de 4 o 5 alturas, que no debía asegurar la muerte, sino alguna posibilidad de quedar todavía en peores condiciones que las que anteceden al salto. Pero aún con esas de allí saltó, o desde allí la empujaron, que cualquier cosa puede haber sucedido y tendrán que investigar. Aquel tipo que lloraba bien podría ser su marido lamentando que ayer la vida cambió para siempre, bien pudiera ocurrir que llorara después de ser él quien la llevara allí a empujones.
Ayer estuve triste todo el día. Por eso y por otras razones. Pero me acordé de la fina rodilla y de la imposibilidad de una marcha atrás hasta las noche. Este día uno anodino y común no era ni una cosa ni otra. Era un día señalado y único en el calendario. Me pregunté por qué el pantalón beige para saltar, fíjate que tontería. Si salió del armario o era simplemente en que estaba en uso del día anterior. Si visitó el baño antes del salto y vio en su cara del espejo la cara de una suicida.
Si aunque se mató temprano, antes de las 9 de la mañana ya sabía que lo iba a hacer al despertar.
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