Hoy además hay una salvedad importante, un refuerzo en la intención, un redoble en el propósito, esta tarde añadí a los números acostumbrados, que me tienen tieso desde hace años, unos nuevos, no tan nuevos por cuanto los jugué sin suerte hace unos meses. Pero no están casi gastados. Están casi sin estrenar. Y que no fueran buenos entonces no puede sino ser un buen augurio, pues alguna vez ha de ser su día, y sino de ellos, de mis números de siempre.
Hoy, llegado al Perelló, he dejado para mañana lo de regar a Mandarino y Limonero. Puede que si me toca, si en la madrugada viene la del confeti a decirme que mis números, unos u otros, fueron los que dijo la otra, la de las decenas y las centenas, puede entonces que olvide mañana regar a los dos arbolitos.
Así que si les preguntan te dirán que ellos prefieren que no me toque. Que todo lo que quieren es agua, que los riegue.
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