domingo, 30 de enero de 2022

Estoy viendo a Nadal en el móvil en la terraza soleada. El problema, más allá a que tiene toda la pinta de ir a perder el partido, que me daría unos buenos cientos de euros si me atreviera a apostar en su contra, es que empiezo viendo el tenis en la pantalla para terminar, por el reflejo del sol, encontrando mis propios gestos de contrariedad asomándose como si estuviera ante un espejo. Veo lo que llaman arrugas de expresión y esa serie de caras que son de espanto, por el juego de Rafa, y termino por ignorar el partido para concentrarme en mi mismo, en lo que ha dejado en mi el paso del tiempo. Descubriendo lo poco que queda del joven que fui.

La culpa de todo esto es de la contrariedad, de que quiera que gane Nadal como quiero que ganen los buenos en medio de un mundo que es muy injusto. Y pienso que podría haberme vendido y ganar de cualquier modo si hubiera apostado contra él. Habría perdido el corazón a cambio de ganar para la cartera.

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