Por partes: Uno, te deja mal a ti si acaso, que eres quien se arrima a esta mesa.
Dos, mi propia insignificancia me da patente de corso para decir lo que me venga en gana, o ya no podré hablar del Rey Juan Carlos? Con no asomarse bastará para evitarlo, evitarme. Se trata nada más de no leer (leerme).
Tres. La vida es esto precisamente. Los pobres que no se pueden dar lujos de dan, al menos los de gran bocaza (y en mi caso gran nariz) el lujo de poder decir, mentar a los que pasan por la vida más afortunadamente (me refiero en exclusiva a las CC (Cuentas Corrientes)). Siempre los ha habido que viven bajo el foco y los que al verlos tenemos algo que decir (muchos otros no tienen nada que decir sobre esto, y muchos otros sobre nada) y generalmente ese algo que decimos no será forzosamente bueno, pero es lo que hay. Lo que los puristas, que son tan pobretones como uno, llaman Libertad de expresión. Además yo critico, porque critico, pero lo hago con encanto, sin arrojar piedras, con las palabras que encuentro en los libros, y sin faltar el respeto a nadie (por ahora).
Pues del emérito decías que tenía pocas luces y mira los pastones en pesetas y luego en Euros que maneja.
A ver, solo digo que no parece con esa cara que gasta un crack de las finanzas. Esa forma de hablar nos sugiere que hace como hacen los listos, en temas de desfalco y corruptelas se deja asesorar ( otra cosa son las mujeres, que ahí es alumno aventajado, pese a la cara que se gasta). Sobre calderilla y billeteras se rodea de gente que sabe más que él, como haría yo también. Lo que no cambia que yo pueda decir que se me aparece de pocas luces, pero muy macho. El macho cabrio español por antonomasia (español de adopción, según creo).
Al final el amor da el mismo rapapolvo a ricos y pobres. No importa lo que tengas ni quién seas. Quedémonos con eso y olvidemos lo demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario